Interrogantes de este tipo tan solo nos recuerdan que para las instituciones de educación superior siempre será un reto ofrecer programas de pregrado que sean pertinentes en el contexto social y económico donde se desempeñarán los estudiantes una vez obtengan su título profesional. Por supuesto, nadie puede garantizar que lo aprendido por los jóvenes durante años sea justo lo que necesite el campo laboral una vez se gradúen; los tiempos cambian y cada día este mundo globalizado está reinventando cómo hacer las cosas, no solo en el periodismo, sino en todas las áreas: constantemente se expiden leyes, surgen enfermedades desconocidas, se crean nuevas tecnologías, etc.
En el caso de los programas de comunicación social-periodismo, no es un secreto que, comparado con los cientos de egresados que anualmente surgen de las universidades, pocos logran ser contratados para buenos cargos, bien remunerados y en medios reconocidos. La disputa es real y, para rematar, estamos en tiempos donde incluso los grandes medios nacionales están haciendo recorte de personal. Viéndolo así, pareciera que el país está formando más periodistas de los que necesita. Sin embargo, el periodismo no debería ser competitivo, pues, realmente, en este mundo, tan grande y diverso, hay muchas cosas que contar. O, ¿no es cierto que diariamente se caen notas en periódicos, emisoras y noticieros televisivos tan solo porque no hay suficiente espacio en la programación o el tema no hace parte de la agenda mediática? Claro, ¿cómo no habrá competencia si prácticamente todos quieren hablar de lo mismo?
Le invito a que haga el ejercicio y entre a la página web de los medios de comunicación más reconocidos del país; si compara varios portales, hallará que se hablan de los mismos sucesos. En el ejercicio periodístico, nunca he comprendido cómo es posible que, por ejemplo, 20 medios de comunicación se congreguen en la Alcaldía de Barranquilla para escuchar lo que tiene que decir el gobernador del momento. ¿Acaso no hay más noticias que contar? Lo peor del asunto ‒a mi parecer‒ es que muchos de los periodistas se ufanan de decir que lo importante es quién cuenta primero y mejor los hechos; es decir, para sobrevivir en el mundo competitivo de los medios de comunicación, se debe ser ágil, rápido y editar mejor que nadie más. Pero, en últimas, ¿no están hablando de lo mismo?
Las personas del gremio consideran que la gran crisis del periodismo consiste en que los medios tradicionales están en peligro de extinción debido al auge de la web y las redes sociales. No obstante, cuando se logra comprender las limitaciones de los medios tradicionales, se dejan de ver las plataformas digitales como una amenaza y, en cambio, se empiezan a concebir como una gran oportunidad de publicar contenidos casi que ilimitadamente y completamente distintos a los que demanda la agenda mediática, para lo cual se requiere un mayor número de periodistas capaces de contar las historias que hay allá afuera, que puedan hablar de personas en el anonimato que deberían ser escuchadas a fin de producir efectos positivos en la opinión pública y den a conocer problemas que necesitan ser tenidos en cuenta, pero no tienen cabida en la programación de los medios tradicionales.
Habiendo dicho esto, ¿todavía cree que hay una sobrepoblación de periodistas? ¿Aún cree que no se necesitan personas preparadas para informar sobre lo que nadie más habla y merece importancia? Por mi parte, estoy segura de que sí; se necesitan más periodistas para que la audiencia sepa qué sucede tanto a la vuelta de su casa como en el lugar más recóndito del otro lado del planeta. Con esto, carece de sentido la competitividad en el periodismo y se derrumba la idea de que no hay trabajo para tantos profesionales en el área, pues entre más sean, un mejor trabajo informativo se hará; si existe más colaboración, más lejos se puede llegar. ¿Y qué mejor forma para lograrlo que con la web?
¿Pueden las universidades rescatar al periodismo de la crisis que atraviesa?
Para muchos, la responsabilidad de salvar al periodismo recae en los medios de comunicación del país, sobre todo, en los tradicionales; a ellos se les exige que deben cambiar, reinventarse y ponerse a la par de las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). No obstante, si dejara de existir la prensa, televisión o radio, también quedaría rezagada la audiencia a la que estos medios le apuntan: los antecesores de los millennials, esa generación que se siente más a gusto leyendo un periódico impreso que virtual.
Por tanto, la respuesta no está en desaparecer los medios tradicionales. Pero mucho menos se trata de querer que estos sean la única forma de ejercer periodismo. El tradicionalismo del periodismo está llevando como una carga las herramientas digitales; eso es lo mismo que llevar a cuestas una bicicleta en vez de andar en ella para ir más rápido. Actualmente, la web está brindando maravillosos instrumentos que, al darles buen uso, pueden llevar el periodismo a la cúspide.
La solución tampoco radica en que a los estudiantes de pregrado se les enseñe a usar las plataformas digitales que hoy en día tienen más apogeo, pues es posible que, dentro de 5 o 10 años, YouTube, Twitter o Instagram, por ejemplo, queden en el olvido por alguna nueva red social o aplicación que brinde una más innovadora forma de interacción. Si las universidades se enfrascan en que sus alumnos se vuelvan expertos en el manejo del internet y redes sociales, dentro de unos 20 o 30 años el periodismo volverá a caer en crisis porque la audiencia del mañana ‒los niños que nacieron en este siglo‒ captarán la información diferente y mucho más rápido que los jóvenes de nuestro presente, que en lo digital le llevan años luz a cualquier adulto mayor. Así, la generación de los recién egresados quedaría desempleada al igual que muchos de los actuales periodistas ‒muy buenos y experimentados como Claudia Palacios‒ simplemente porque no sabrán de qué manera hablarle a la generación venidera. De nada sirve enseñar a usar una herramienta que no se sabe si en el futuro seguirá siendo útil.
Entonces, ¿qué será pertinente enseñar en las universidades? Competencias comunicativas; que los estudiantes sean lo suficientemente competentes para desenvolverse en cualquier medio ‒porque la comunicación no es el medio‒; que se eduque para que, sin importar la plataforma que utilicen, los futuros periodistas no olviden los objetivos de su labor: informar, educar y entretener. Y es allí donde la rigurosidad y análisis del periodismo tradicional entra a jugar un rol importante, pues con esas mismas características los periodistas de hoy deben enfrentar el fenómeno de la posverdad y falsas noticias.
Partiendo de que la materia prima de esta profesión es la sociedad y no hay nada más inestable e impredecible que sus formas de comunicación e interacción, es apenas comprensible que demande una constante evolución y reinvención. Por eso, lo importante es estar expectantes y optimistas ante lo que depara el futuro para el periodismo. Ahora bien, ¿seremos parte de su transformación o veremos cómo otros hacen el cambio?
Milena Ortiz Hernández
Comunicadora social-periodista, editora de Revista Palabrotas del Departamento de Humanidades
Universidad Autónoma del Caribe
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